18/12/08

Una manzana

Acabo de leer una columna de mi buen profesor Nugent en su blog personal. Últimamente estaba recordándolo no sólo por su proverbial barba (que fue usada alguna vez, quizá inconcientemente, de ejemplo para distinguir las categorías simmelianas de adorno y secreto) sino por su estilo como profesor. Recuerdo claramente los momentos de angustia que pasé por su culpa, repetí el semestre habiendo cumplido olímpicamente con todos los encargos curriculares por él impuestos. Era Sociología de la Cultura. Pero también recuerdo haber aprobado olímpicamente el siguiente año el mismo curso, sin una explicación de por medio, sin haber llevado debidamente el curso, o haber presentado algún informe. Mágicamente en el sistema de cómputo de notas de la facultad había resultado aprobado. El profesor cumplió su promesa de resarcirme al siguiente semestre.

Existe lo inexplicable, lo impredecible en los vínculos sociales, tales como el respeto observado por el alumno agradecido o la benevolencia del profesor considerado. Entonces, Willy Nugent supera el conocimiento esbozado en su posteada sobre las inasistencias del alumnado en los "claustros" universitarios: trasciende el conocimiento de que 30% de ausencias equivalen a desaprobar para ser descubierto como un maestro no sólo en el sentido pedagógico, sino en las artes de la convivencia. Esa fue, en lo personal, su última lección, y fue más importante que las que nunca dejé de recibir en sus horarios habituales, aún siendo su único alumno.