9/11/07

Mi paradero


Caminando por la fría mañana limeña, en el cruce de Jr. Virú y Prolongación Tacna, Vera encontró a su musa. Sólo que ésta era un tío mayor, de unos 45 años y que parecía de muchos más (si no fuera porque su vigor lo delataba). El hombre estaba limpiando parabrisas en el semáforo, tenía un cigarro en la mano y con la otra se daba maña para terminar rápidamente su trabajo y estirar la mano. Vera se detuvo como pensando un poco y alistó sus pertrechos para abordarlo.

“Señor, disculpe, ¿puedo pedirle un favor?” El hombre dejó de contar su sencillo para mirar de lado al atrevido chiquillo. “Como qué tipo de favor” dijo el limpiador. “Se trata de un proyecto de la universidad. No sé si podría tomarle unas fotos, me interesa el tema de los oficios en las esquinas y quisiera tener una imagen suya para incluirla en mi proyecto.” El tío seguía con la jeta colgando y la mirada seria, pero luego reaccionó. “A ver explícame, ¿quieres que me tome una foto contigo o cómo es la cosa?” Vera entendió la repregunta con un tono sarcástico. “No, lo que quiero es que solamente se pare normal y yo le saco unas dos o tres fotos, nada más. Puedo darle diez soles a cambio.”

El curtido esquinero aceptó la propuesta de Vera y caminaron hacia la plazuela, en donde escogieron la pared menos percudida para usarla como fondo. Se dejó sacar unas cinco vistas y luego le preguntó al chiquillo si eso era todo. “Sí señor, nada más, muchas gracias, tenga sus diez soles. Señor... ¿puede regalarme su trapito?”

Vera había pensado en esta incursión como oportuna para plasmar su idea de intervenir en la ciudad y obtener una presea, para luego ponerla en una urna y exhibirla en algún espacio dedicado al arte. Pero todo cambió, porque el tiempo se hizo más lento en ese instante, la confusión tomó por asalto la gris pasividad de esa arteria de la ciudad y terminó en un remolino.
“¡De mí no te vas a venir a burlar conchatumadre!” dijo el limpiecero, mientras le encajaba un lapo al inofensivo Vera. Resentido y humillado, acomodó al hombro su cámara y con los ojos llorosos miró confundido a la gente, esperando una respuesta.

30/10/07

Parálisis


Mientras iba revisando el periódico, paseando por las calles de Lima en una unidad de transporte público, Luis empezó a sentir que algo andaba mal. No sabía qué era lo que pasaba pero tuvo la ligera sospecha que su cuerpo estaba mal.

Trató de distraerse, ojeaba las páginas del suplemento buscando entretenerse con las fotografías del último desfile de modas y nada. “¿Qué me trae tan incómodo?”, pensó. Poco a poco se dio cuenta de que su intranquilidad iba tomando cuerpo. Cuando reaccionó a esto, sólo fue para entorpecerse más y aterrorizarse.

Sus manos comenzaron a hormiguear. Era un hormigueo tan insistente que no podía atribuirse a simple sugestión. Sentía que las manos le pesaban, las sentía como dos bloques de una sensación indescriptible, que rayaba en la no-sensación. Pronto empezó a sudar y a perder el control de las manos, del cuerpo y del pensamiento.

El bus estaba parcialmente ocupado, los asientos eran cómodos como nunca, pero a Luis lo asfixiaban. Se miraba las manos y luego trató de mover los dedos uno por uno. Respondían parcialmente, pero no los sentía del todo, más que nada sentía el hormigueo. Trataba de posicionarse de forma tal que sus brazos estuvieran apoyados, relajados, pero era cuando más quemaba el hormigueo, cuando más rápido se hacía. Podía sentir miles de colores en sus manos, pues era una revolución lo que le estaba pasando.


Empezó a perder contacto, a sentirse incomunicado y enajenado de sus propias extremidades. Fue un momento de locura que no lo exacerbaba, si no lo horrorizaba. Al verse prácticamente atado de manos, comenzó a zozobrar. La pierna derecha se fue resintiendo. “Bajo en la esquina”, dijo.

29/10/07

Concurso de dibujo


Los niños de la comunidad vieron siempre que la señorita les tenía mucho cariño, los trataba bien y era para ellos como un hada madrina. Ellos siempre se esmeraban en atender todas sus recomendaciones, la escuchaban pasmados porque cada gesto era un regalo para ellos, se veía muy bien siempre y eso los encandilaba.

Como éstos niños pensaban mucho en la señorita, cómo halagarla, cómo ser especiales para ella, siempre trataban de sobresalir cuando los alentaba en alguna actividad. Un día hubo un concurso de dibujo, el tema era dibujar mejor un paisaje de la zona.

Todos los niños presentaron muy inspirados sus mejores perspectivas de “la realidad circundante”. La señorita recogió los dibujos de todos los niños, mostrándose satisfecha por cómo participaban y cuánto apreciaba que éstos niños tengan ese talento. La profesora, entre las despedidas, recomendaciones y el bullicio reinante iba metiendo el fólder con todos los dibujos a su maletín. En la casa los revisaría y calificaría al ganador del certamen.

La señorita llegó a su cómoda casa, se encontró con su pareja y tuvieron tiernas caricias. El maletín quedó en el sofá. Días después los niños esperaron a la señorita, quien visitaba la comunidad cada quince días por motivos de trabajo y que era aguardada siempre por todos. Como siempre apareció en la movilidad que siempre la conducía y una vez acomodada, corrió a comunicar el resultado del concurso. Ninguno habría ganado.

20/10/07

Bob

Desde que conocí a Bob no he parado de llorar porque con él siento que nunca dejaré de ser niño. Lo conocí a mis ocho años, calculo. Ël era bastante conocido, bastante bien conocido por su apariencia. Dicen que fue el inventor de muchas cosas. Lo que sí inventó ciertamente fueron emociones. Tiene muchos recuerdos en la gente.

Pasé mucho tiempo pensando en lo que me decía. Cuando llegué a ser adolescente comencé a comprenderlo un poco mejor, tenía aspectos oscuros pero también otros muy coloridos. Se vestía como quería también, principalmente usaba negro y blanco, aunque debido a algunos trucos también usó un tiempo ropa más deportiva. Pero siempre me encantó porque tenía ese poder, de hecho lo considero muy poderoso.

Aunque al man le han dicho de todo yo creo en su sinceridad. Lo vi últimamente y creo que está bien, sin grandes amigos ni nada, siempre solo. Parece cada vez más feliz, hasta que se haga polvo, hasta que me haga polvo, hasta que la muerte nos separe.

No sé porqué pero creo que me tengo que despedir de él. La sola idea de su muerte podría afectarnos, quienes lo conocemos lo tenemos por eterno, pero últimamente he visto algo del peso de los años en su aspecto, aunque su gesto expresaba una curiosa vitalidad. Al parecer su belleza de oso panda, de gato perezoso, podría darle la vida eterna. Creo que ya lo extraño.

Me iré no sin haber dejado claro cuánto espero el momento de que me conozca, de que escuche mi voz y me vea a lo lejos, tan lejos como está él de nosotros.

19/10/07

Die bibliothek

Ésta era una biblioteca muy rara. El acceso era atraves de una escalera en forma de caracol. Una vez hecho el descenso se podía respirar la total humedad y explorar el ambiente de submarino en el que se encontraba. Estaba toda pintada uniformemente, los estantes eran adecuados, pero la arquitectura le daba una atmósfera muy impersonal.

Los libros se encontraban perfectamente ordenados en sus respectivas secciones: psicología, religión, economía, crítica ... pero eso no se justificaba. Corrían por los techos las tuberías que circulaban los líquidos residuos de los pisos superiores. Por demás decir que se encontraba en un sótano. La idea que podría aproximarse era la de un refugio para libros. Difícilmente podrían venderse esos libros si el caso fuera de una venta.

Los parroquianos revisaban los volúmenes mientras un complicado tragaluz permitía la visión hacia la calle, lo que no iluminaba necesariamente el recinto pero permitía la suficiente comunicación como para no desorientarse.

Entre los muebles ubicados uniformemente en las paredes podía encontrarse al durmiente. Tenía una ubicación adecuada a su cargo. Las personas que por causalidad acudían a la biblio y que tenían dudas podían aferrarse al durmiente y satisfacer sus inquietudes. El durmiente llamaba a estas personas "personajes". Una vez hecha la aclaración regresaba a su posición a seguir absorto en la lectura. Por la calidad de su trabajo no cabe la duda en llamar a este empleado el durmiente, debido a que muchas veces transitaba entre el sueño y la vigilia, según la afluencia.

La biblioteca tenía mucha influencia en las personas que la habitaban. Difícilmente podría uno ir básicamente a los libros sin apreciar la podredumbre del espacio. Poco a poco irá desinfectándose, los libros ganando importancia y posicionándose, pero hasta que eso ocurriese el recinto iba comiéndose viva a la gente.

18/10/07

Estaba Ale caminando de noche, camino a su casa. Vivía a la vuelta y yo siempre veía por mi ventana como es que ella, entre otras gentes, iba y venía de su casa al trabajo. La chica era un tanto huidiza, no parecía extrovertida, por su forma de caminar y su modo de vestirse. Siempre traía un uniforme azul y tenía también al retorno siempre una bolsita en las manos.

Para irse al paradero caminaba por un estrecho camino que estaba entre un desnivel y una hilera de fachadas. A veces dejaban salir a los perros a husmear por las mañana, mas durante las noches no se los veía. Al parecer eran perros de casa. Por las tardes siempre se los veía jugando o persiguiendo a alguna hembra, cuando no tomaban el sol por las tardes.

Una noche regresa la pobre Ale de su trabajo. Había salido en el horario habitual, pero se entretuvo en el mercado central haciéndose de víveres que le servirían para prepararse algo el fin de semana, pues siempre se quedaba en casa. Ya eran como las 11 y la calle se mostraba como siempre oscura a esas horas.

Bajó del paradero y comenzó el recorrido habitual, apretaba el paso para compensar. Estuvo cerca de la calleja cuando derepente percibió un movimiento, luego siguió caminando hasta que no muy lejos vió dos luces que se volvían hacia ella. Se detuvo ya un poco presa del pánico, pero la sensación de terror que terminaría paralizándola se instaló en ella cuando oyó un primer gruñido. Drásticamente uno de los canes emitió un ladrido que hizo que los demás se constituyeran rápidamente, con las cabezas gachas y los lomos en ristre.

Lo demás fue casi una anécdota. Empezaron todos a ladrar y Ale, horrorizada, solamente atinaba a exasperar a los perros con su copioso nerviosismo. No tardó uno en abalanzarse; ella volteó tratando de huir, pero otro le mordía los talones. Las manos tampoco pudieron defenderla, ni defenderse, pues resultaban dañadas por las dentelladas que eran ciegas en ese punto. No tardó en caer en la tierra. Los perros la zamaqueaban con fuerza, como si de alimento se tratase, pero Ale con dignidad buscaba recomponerse del persistente ataque, pues aunque con fuerza, los perros no estaban tampoco seguros de lo que hacían.

Aunque esto pudo pasarle a cualquiera, temo que existe el destino. Yo, solo, desde mi ventana, empecé a conocer a esos canes y a grabarme los momentos de pavor acontecidos.

16/10/07

La buena acción


Finalmente se dio el receso. Todos salieron corriendo hacia la cafetería mientras se alistaba la gran celebración del fin de semana. Estaban comiendo, conversando, riendo sanamente, con las mejillas coloradas y la parafernalia siempre pertinente. En eso se iba ajustando la vuelta de tuerca que alteraría la agenda. Sendos muchachones saldrían a matar. Pero no quienes menos se creía. Eran aquellos underdogs que nunca tuvieron un amigo y que ahora se cobrarían la revancha.

En tanto que el bullicio no cesaba se fueron afinando los detalles. Los tubos de los fusiles a emplearse eran pulcramente preparados, por si alguna contingencia. Pulcra y carñosamente. La gloria no les iba a ser esquiva esa tarde. Aunque hubieron ya algunos rumores vagos de lo que acontecería entre los chicos y chicas de la escuela, nadie se esperaba la magnitud de la escena, mientras en las oficinas los profesores departían bromas y chismes los alumnos tenían en sus mentes un presentimiento que no los dejaban en paz.

Ráudamente ordenó la jefa del escuadrón empezar con el operativo. Nadie supo en qué preciso momento o de dónde se empezó a gestar esto, pero fue cuando asaltaron los pasillo con sus gritos que realmente se tuvo noción de todo. Todas eran órdenes cuestionadas, lo que generó que hubiesen muchas muertes. Si alguien no cedía el paso recibiría un cañonazo. La furia que poseía a los miembros del equipo no dejaba ver hacia dónde se dirigían ni qué propósito tenían, sólo saber que era devastador. Finalmente patearon la puerta principal, que era lo que ellos esperaban al parecer. Tras de ésta se encontraban muchos estudiantes quienes aterrados veían a sus cuatro compañeros convertidos en fríos exterminadores, mostrándose así cuál fue el producto de tantos años de un metódico y progresivo proceso.

Al finalizar no quedó nada, solamente las huellas en las paredes junto a los caídos, solamente los cuerpos que aún temblaban y que hasta se retorcían.