18/10/07

Estaba Ale caminando de noche, camino a su casa. Vivía a la vuelta y yo siempre veía por mi ventana como es que ella, entre otras gentes, iba y venía de su casa al trabajo. La chica era un tanto huidiza, no parecía extrovertida, por su forma de caminar y su modo de vestirse. Siempre traía un uniforme azul y tenía también al retorno siempre una bolsita en las manos.

Para irse al paradero caminaba por un estrecho camino que estaba entre un desnivel y una hilera de fachadas. A veces dejaban salir a los perros a husmear por las mañana, mas durante las noches no se los veía. Al parecer eran perros de casa. Por las tardes siempre se los veía jugando o persiguiendo a alguna hembra, cuando no tomaban el sol por las tardes.

Una noche regresa la pobre Ale de su trabajo. Había salido en el horario habitual, pero se entretuvo en el mercado central haciéndose de víveres que le servirían para prepararse algo el fin de semana, pues siempre se quedaba en casa. Ya eran como las 11 y la calle se mostraba como siempre oscura a esas horas.

Bajó del paradero y comenzó el recorrido habitual, apretaba el paso para compensar. Estuvo cerca de la calleja cuando derepente percibió un movimiento, luego siguió caminando hasta que no muy lejos vió dos luces que se volvían hacia ella. Se detuvo ya un poco presa del pánico, pero la sensación de terror que terminaría paralizándola se instaló en ella cuando oyó un primer gruñido. Drásticamente uno de los canes emitió un ladrido que hizo que los demás se constituyeran rápidamente, con las cabezas gachas y los lomos en ristre.

Lo demás fue casi una anécdota. Empezaron todos a ladrar y Ale, horrorizada, solamente atinaba a exasperar a los perros con su copioso nerviosismo. No tardó uno en abalanzarse; ella volteó tratando de huir, pero otro le mordía los talones. Las manos tampoco pudieron defenderla, ni defenderse, pues resultaban dañadas por las dentelladas que eran ciegas en ese punto. No tardó en caer en la tierra. Los perros la zamaqueaban con fuerza, como si de alimento se tratase, pero Ale con dignidad buscaba recomponerse del persistente ataque, pues aunque con fuerza, los perros no estaban tampoco seguros de lo que hacían.

Aunque esto pudo pasarle a cualquiera, temo que existe el destino. Yo, solo, desde mi ventana, empecé a conocer a esos canes y a grabarme los momentos de pavor acontecidos.

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